Por continuar usando la simbología “espacial” que decora la portada del nuevo disco de Copernicus Dreams, “Goals & Illusions”, la lógica dice que resulta necesario, o cuanto menos aconsejable, antes de embarcarse en un despegue con destino a territorios inexplorados, partir desde una base afianzada que no haga peligrar nuestra misión. Se podría decir que precisamente eso es lo que ha hecho la banda cántabra con su carrera hasta el momento: asentarse entorno a un sonido, ligado al rock americano de relucientes melodías, para una vez percibido como firmemente entroncado y convertido en identificativo, lanzarse a ampliar ciertos límites y espolvorear nuevos ingredientes. Así se presenta un álbum que no ostenta ningún ánimo de alterar sustancialmente el ADN de la banda, al contrario, aspira a ofrecer un nuevo capítulo totalmente asociado a él y al mismo tiempo recalcar su propia singularidad.
Grabado en lo que ya parece ser su hogar creativo, unos Gaua Estudios recién remozados, también en la disposición de sus integrantes vamos a encontrar novedades, sumando a la tripleta ya habitual, comprendida por Chus González, Maki Soto y Pablo Gil Prada, la presencia de Carlos Moreno y José Ochoa en la guitarra y batería respectivamente. Incorporaciones que han conseguido la no siempre fácil tarea de incrustarse a la perfección en la naturaleza de un grupo ya inmerso en una dinámica muy determinada y característica, y en la que por si fuera poco, han logrado plasmar sus aportaciones especificas, apuntalando todavía más si cabe las coordenadas pretendidas por esta expedición.
Si hubiera que trazar un mapa estilístico que nos sirviera de guía para la reproducción de los diferentes cortes del disco, se podría hablar de una primera parte relativamente continuista, sin que eso signifique aplacar el ánimo por perfeccionar pautas, frente a una continuación que poco a poco va salteando el camino de pequeñas derivaciones sonoras o matices respecto a esa línea maestra. Llevado de nuevo al metafórico terreno interestelar, el recorrido iniciático del cohete consiste en asegurar la velocidad y dirección para una vez pasado ese margen de seguridad atravesar sin complejos otras capas.
En ese primer tramo del álbum se van a dar cita todas las referencias básicas, y clásicas, que han dado colorido, siempre desde su prisma particular, a la identidad del quinteto. La entrada en escena de una rica y sutil instrumentación envuelta en esa cálida melancolía tan cercana a The Jayhawks que define el introductorio tema homónimo, supone un brillante despegue en el que rápidamente podremos diferenciar por las ventanillas los rostros de Tom Petty, John Hiatt, Alejandro Escovedo y demás próceres del género como inspiración para un rocoso y optimista “Matter of Time”, aupado por un imperial teclado -probablemente el elemento que más ha despuntado en esta grabación- que nos guía hasta un pegadizo estribillo. Para este momento ya se ha destapado uno de los destacados conceptos temáticos, sino el principal, que parece hilvanar el disco: la aceptación del irremediable paso del tiempo y la igualmente imprescindible necesidad de adaptarse a él.