Castro es una apacible localidad pesquera (cuasi fronteriza) de pictórica belleza y particular naturaleza. En otoño puedes ver pasar las horas admirando sus riscos y sus desiertos arenales, en invierno puedes pasear por sus periféricas y verdes montañas, contemplar los contrastes y los colores del ilimitado horizonte en primavera y en verano… en verano recibir al sol. Alguien dirá que las ópticas entre habitante y visitante varían, pero en esta ciudad cántabra uno aprendió durante largas temporadas de infancia y juventud a no diferenciar entre unos y otros, porque allí, aparte de respirar la frescura de la mar, se respira cordialidad. Castro es tan peculiar que hasta presume de apellido, Urdiales. Es tan peculiar que ha crecido en una proporción equivalente a su número de detractores (uno nunca entenderá tal escarnio), y mantiene esa característica que le hace especial, pues los sueños se pueden confundir con su icónico paisaje. De sueños va la cosa, por cierto. De sueños y castreños, por supuesto. De Copernicus Dreams, formación evidentemente marinera (de variadas acepciones) que acaba de publicar su último trabajo, “Goals & Illusions”, título que nos está viniendo de perlas para dar cierta continuidad al comienzo del escrito hablando de metas, de sueños…
En esa tesitura se encuentran Copernicus Dreams, luchando por sus sueños, intentando alcanzar los objetivos que anotaron en el cuaderno de bitácora allá por el 2015 con un primer capítulo de significativo epígrafe como ”Sunrise”, donde quedaba reflejada esa impronta romántica atribuible a los bellos distritos salinos. Tal vez sea California, en el aspecto musical, el espejo en el que las distintas generaciones centran su mirada, e indudablemente es una de las mayores canteras en cuanto a transmisiones sensoriales en sus múltiples variantes, pero no es menos cierto que los litorales del este yankee, las islas británicas, parte de los fiordos vikingos, incluso latitudes australes guardan un sinfín de valiosos ejemplares de semejantes energías y voluntades. Entre toda marejada de bandas, los dreamers, quinteto en pleno proceso de renovación con los ingresos del guitarrista Carlos Moreno y el baterista José Ochoa, lo cual debe tener su complejidad porque la banda, apoyada en el núcleo triangular, o sea, Chus González, Maki Soto y Pablo Gil Prada, ostenta unas características bastante definidas, y visto, mejor dicho escuchado el resultado, el acoplamiento de unos y otros ha procedido conveniente para ahondar en un cancionero al que van agregando diversas fisonomías y fórmulas por emplear.